Calero nunca escondió su amor. Un San Valentín eterno, la Bella y la Bestia. Quién ha estado enamorado sabe lo bonito que es cuando es recíproco, dos cuerpos unidos, entregados el uno al otro. Una historia romántica entre un charcutero de Parla y pitbull georgiano.
Una de las revelaciones de este inicio de temporada es Kocho. De la Eurocopa volvió el Giorgi de Georgia con la cura a la callejitis. Desatado, desenfrenado, con olfato de sabueso y el hambre de un dóberman.
Pudo ser el claro reflejo del “quiero pero no me dejan” que condenó al Levante las últimas temporadas. La actitud la ha tenido siempre, quizás demasiada para contentar a sus antiguos entrenadores. Al no explotar se le sumaron lesiones y parones de selecciones ¿Quién iba a decir que la cura residía en la enfermedad? Una Eurocopa para enmarcar le valió el reconocimiento del fútbol.
Un todoterreno capaz de emular al mejor Campaña. Un gol de falta directa y una asistencia digna de Leo Messi. Gran aportación ofensiva. Sin embargo su carisma reside en el apoyo defensivo. El 2º jugador con más faltas de la competición, Kocho lo tiene claro: el jugador o el balón. Kocho pelota, Kocho correr.
Pese a la condena económica de Danvila y el Levante, la continuidad de Kocho es la mayor de las alegrías para Calero, pese que seguro desearía que Giorgi tuviera una selección con más competencia en su posición, pero sino fuera georgiano nuestro Kocho no sería Kocho.
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