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Llevando la vista atrás

  • pabloooomartii
  • hace 5 días
  • 3 Min. de lectura

No hay nada más amargo que perder un caramelo en la punta de la lengua. Los cambios no siempre son fáciles, pero estamos de acuerdo que es mejor aprender a ser rico después de ser pobre. Así es cómo valoro la actual situación social en un ambiente de resignación que se vive en el Levante.


Ha llovido desde aquel 25 de mayo, día en que la tripulación de Calero llegó al País de Nunca Jamás y devolvió al Levante a donde, si somos justos, sólos los muy optimistas creyeron que un equipo anímicamente olvidado de la mano de la diosa griega Fortuna pudiera llegar.


Después de una fiesta materializada en campeonato, lágrimas y un par de cazallas, el granota recuperó la cordura en vistas a un año que se antojaba a la recompensa a tanta frustración. Todos tocamos suelo. La frase “Pobres, feos, malos y del Levante” se mezclaba ante la cruda realidad de un agujero que esconde más de 100 millones de deuda, lo que dificultó la composición de la plantilla.


Bajo mínimos, con salidas dolorosas en lo deportivo y emocional, aunque necesarias en lo económico. La gomina de Dominicos dejó calva la capacidad de la reestructuración que Calero y Danvila vieron necesaria para optar a competirle la permanencia a los trasatlántcio del fútbol español.


Esta semana he vuelto emocionalmente al reencuentro con los babazorros. Aquel día quise disfrutarlo, al partido de vuelta era el primer sorbo de cerveza a una semana frenética. El equipo se plantó en la jornada 3 sin puntos, no mostró las mejores sensaciones incluso pese a merecer más. Hubo un verano entero para hacerse a la idea de que la apuesta, siendo ambiciosa, eran todos los ahorros de un niño y no los petrodólares. En resumen, aceptábamos que estábamos jodidos, pero con Calero sabías que jamás hundidos hasta que no quedara un tablón flotando. Un niño que se queda sin caramelos delante de una piñata.


El levantinismo experimentó la misma emoción que cuando en un piso de estudiantes entra una airfryer y una Dyson. El Levante fue el gran beneficiado del último día de mercado. El equipo pegó un salto de calidad que se reflejó en una mejor notable de la capacidad competitiva, las primeras victorias y un bote en la clasificación. Hasta se rechazaron 30 millones rusos por Etta. Nos metieron el caramelo en la boca. Íbamos ciegos de azúcar imaginando a los clubes Premier masajeando los dedos de Danvila.


Cuanto más alto más dura será la caída. El Levante se convirtió en Marina d’Or. Lo peor no fue dejar de ganar, es no competir. Todos quisimos que Mestalla fuera una herida anecdótica de un ser querido que nunca te había fallado. Era la bienvenida a la nueva realidad. Nos quitaron el caramelo de dentro de la boca justo cuando nos lo empezamos a creer.


Se llevó por delante a Calero. Pese a que por rendimiento deportivo era difícil mantener y defender su figura, dolió. Otra losa anímica, el hombre que recordó al Levante lo que era ganar. Da la sensación que sin un Plan B. Sin entrenador y la necesidad de fichajes, sólo hay dinero para pan o agua. A la larga mueres sin uno u otro. Del Moral e Iborra parecen un plan de emergencia con el fin de ahorrarse el contrato más que confiar de pleno corazón en sus capacidades y así poder optar a reforzar la plantilla en el mercado invernal.


El Levante dejó de competir justo después de reafirmar un nivel que muchos no esperábamos. Ahora sin suerte, dinero y entrenador, con una plantilla mentalmente atascada. Danvila se queda sin escudo. La gravedad de la 2ª división nos atrapa. Por eso vuelvo a la primera jornada. 


Vuelvo a creer que el Levante está entre los 3 peores, sin embargo no siempre son los que descienden. Mi ejercicio mental es rebobinar mis expectativas, reclamar un equipo que compita por mucho que en el marcador golpee la realidad de presupuestos. Pese a que creo que nos subimos un poco a la parra (de eso vive la ilusión por el fútbol) volvemos al barro donde también existen unos mínimos que el club, este último mes, no cumple.


La plantilla tiene capacidad, hay que volver a creer, cosa que creo que Calero no hizo nunca y supuso la condena del punto final en el que nos encontramos.  No es un cambio de expectativas, este equipo siempre tuvo difícil el ascenso y en el fútbol lo más complicado es hacer parecer las cosas positivas fáciles, cosas que por momento la salvación se antojaba alcanzable. Díficil ¿Imposible? Estas últimas 3 jornadas indican que sí, lo que hemos visto durante la temporada hace pensar que no.


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