Levante y Cádiz empataron (1-1) en el regreso del fútbol al Templo del Sentimiento Granota. El estreno de Julián Calero ante su afición no tuvo el justo premio de la victoria que muchos respaldamos, muy mermado por la falta de gol en situaciones claras (Felipe tienes trabajo).
Estreno del tan odiado casillero de los empates que ha llevado por la calle de la amargura al aficionado granota, pero no hablamos de un empate fruto de la “callejitis”. Aquí da para más, dio para más, el premio menor al mérito del equipo. No es lo mismo empatar por no tener acierto a dejar los deberes para mañana.
Así se reconoció, la hinchada despidió con ovación a sus jugadores y en rueda de prensa el periodismo se contagió del positivismo. La intensidad otorgada durante los 90 minutos es la medicina que necesita este club bancado a la mediocridad los últimos años.
Pese a un inicio complicado fruto de una revolución táctica de Paco López, Calero copió la figura de Fali y desarticuló por completo al rival. Un míster que mejora los partidos. La moneda al aire de la 1ª parte se convirtió en un vendaval granota de ocasiones.
La faceta de director de orquesta era la última que le faltaba a Calero por enseñar. Ante el Sporting no hizo falta cambiar el plan de viaje. Le cortó el agua a un Cádiz que compadeció cómo un torrente, le dio la vuelta a una tortilla de 20 huevos con una sartén del banco.
Es motivador, capitán de barco, acierto táctico y capacidad de reacción con recursos limitados y de hacerlo ante un rival con mejor baraja. Es difícil sacarle distorsiones al trabajo de Calero en estas breves semanas.
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